Luis Candelas

Introducción

PosadaMucho se ha comentado sobre esta figura del bandolerismo español del siglo XIX, la relación de Alcazarén con Luis Candelas fue breve e importante, lo apresaron en la posada del pueblo en 1837 y cuatro meses más tarde fue ajusticiado en Madrid.
Hace pocos años se decía en el pueblo que lo habían apresado en la cueva de Luis Candelas (situada en la rivera del río Eresma cerca del puente Mediana), otras funciones debió de desempeñar ésta, pero no la de cobijar al bandolero.

Historia

| Puente Mediana|Cueva de Luis Candelas|

En el puesto de aduanas del puente Mediana situado en el camino real de Valladolid a Toledo; fue visto Luis Candelas, siendo apresado, después de pernoctar, en la posada de la calle Real esquina con la calle Luis Candelas (frente a la iglesia de San Pedro) el 18 de julio de 1837. Lo llevaron a Valdestillas y, luego, a Valladolid, el 6 de noviembre fue ajusticiado en Madrid.

 

Luis Candelas, destronado (1)

Artículo sobre Luis CandelasLuis Candelas ha resistido más de cien años como una figura romántica. Ya en vida conquistó la más preciada fama, que era la de los pliegos de cordel que vendían los ciegos, o sea algo así como los bestsellers de entonces, y el protagonismo en la canción popular. Generaciones enteras de muchachas españolas han cantado al corro: "Debajo de la capa de Luis Candelas, / mi corazón amante vuela que vuela", y el paisje urbano de Madrid, especialmente el galdosiano, no puede pintarse sin él, o luego sin su lugarteniente Balseiro, que abría las puertas de la cárcel a otros y él se quedaba dentro.

El asunto es que el muchacho Candelas, nacido en 1806, en la calle del Calvario en el madrileño barrio de Lavapiés, quería ser alguien, y lo más rápidamente posible. Pero tenía ojos en la cara, y, mirando en torno suyo, se percató enseguida de que el trabajo honrado en la carpintería de su padre no le iba a llevar muy allá, mientras que la delincuencia tenía, por supuesto, sus inconvenientes, pero prometía, por el contrario, la fama y el dinero. Se da esto a veces en algunas sociedades como aquélla: que el trabajo honrado resulta una antigualla, mientras que las distintas variedades del latrocinio y andanzas por el estilo, ofrecen bienestar y respetabilidad. Todo el quid estaba en saber burlar la ley, que, por cierto era dura; pero con un poco de osadíay chulería -y eso le sobraba a Candelas- se podía escapar de jueces, corchetes y cárceles. En un determinado momento, con diez años de condena a las espaldas, y el apercibimiento de que si se escapaba, sería condenado a muerte, lo hizo con bastante desenvoltura, mediante la corrupción y la amenaza del puñal. Y con estas llamativas evasiones aumentó su fama popular, en parte porque en este nuestro país las gentes no se han tomado numca en serio lo de la ley y la vida pública, -quizás a cuenta de una experiencia más bien desastrosa de ésta-, pero, sobre todo, porque pronto se hizo Candelas con la leyenda dorada de que robaba a los ricos para dárselo a los pobres, y, aunqque no había tal cosa, las gentes comenzaron a verlo como una especie de distribuidor de la renta nacional. Y también tenía fama de hombre cultivado y guaperas, y, aunque tampoco lo era en modo alguno, así era como las gentes se lo imaginaban.

Así que Candelas estuvo mucho tiempo sintiéndose como un rey, y sus robos se contaban como hazañas épicas. Lo que pasó fue lo que le ocurre a un cántaro que va todos los días a la fuente; que un día u otro casca; y Candelas se metió en dibujos técnicos; planeó y llevó a cabo un robo a lo grande en casa de la modista de la Reina Regente, doña María Cristina, y menudeó robos y atracos a la misma luz del día, y entonces se decidió que ya era hora de poner coto al mozo, y pararle en seco. Candelas mismo comprendió que tenía que abandonar Madrid, y poner tierra por medio; o, más bien, agua, porque determinó irse a Inglaterra, acompañado, según se dijo, de su amante, que a última hora se volvió atrás; pero esto forma parte de la leyenda romántica. Simplemente, el embarcar le resultó imposible, y se encaminó de nuevo a Madrid. A la altura de San Cristobal (Segovia) fue reconocido por el ordinario o mayoral de la diligencia en que viajaba. Candelas vió a éste hablar con algunos Guaridas Nacionales, y abandonó el vehículo. Era mitad de julio de 1837, y entre San Cristobal y Mojados estuvo merodeando unos días, hasta que el 18 uno de esos Guardias Nacionales, Félix Martín, de la Guardia Nacional de Olmedo, creyó ver a Candelas en el camino real, al caer la tarde, y ya cerca de Alcazarén; y aquí se presentaron los agentes, sorprendiendo a Candelas dormido, en una posada cabe la iglesia de San Pedro, frente por frente de donde había vivido don Juan Martín, El Empecinado, el héroe guerrillero de la francesada, que tuvo que salir corriendo un día, saltando una tapia, pero con un asno a cuestas, como procedimiento el más expeditivo para sacarlo del corral.

El informe policial sobre la detención de Candelas dice que, aunque declaró llamarse León Cañida, de profesión tratante en granos, empalideció, y acabó confesando. Se le confiscaron sus pertenencias: desde una maleta de cuero a un tintero, y una zamarra de pieles, unas buenas botas de montar, un sombrero calañés, una capa de paño de Santa María de Nieva, y un caballo de seis pies de alzada. Se le llevó, conducido, a Valdestillas y a Olmedo a declarar, pero enseguida a Valladolid, y desde allí fue remitido a la cárcel madrileña de El Saladero. Y nunca había cometido un asesinato, pero sí sembrado las extorsiones y el pánico; se le condenó a muerte, esta vez le falló la escapada de la cárcel, y el 2 de noviembre se le dio garrote vil. Fue un inmenso expectáculo, y Candelas dijo unas extrañas palabras, que parecen más propias de un senador romano: "¡Sé feliz, Patria mía!".

Al día siguiente, comenzó a desbordarse la leyenda romántica de Candelas. En vez de como un bandolero cínico y achulado, que es lo que fue, comenzó a ser pintado con el aura de un Robin Hood romántico, hasta que la televisión ha popularizado otros tipos más vistosos de bandidos.

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(1) Artículo de José Jiménez Lozano sobre Luis Candelas, publicado en el diario el Norte de Castilla el 3 de agosto de 2000.

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