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Premio “MIGUEL DELIBES” 2000

     

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ACTA DEL JURADO DEL PREMIO NACIONAL DE PERIODISMO “MIGUEL DELIBES”, 2000.

jimenez_premioEn Valladolid, a las 17,00 horas del 18 de Diciembre de 2000, se reúne, previa convocatoria de su presidente, el jurado del Premio Nacional de Periodismo Miguel Delibes, instituido y convocado por la Asociación de la Prensa de Valladolid (APV) y patrocinado por Caja España, cuyas bases fueron aprobadas por la Asamblea General de la APV del día 22 de enero de 1996 y presentadas públicamente el 12 de abril del mismo año.

Forman parte del Jurado (nombrado por la Junta Directiva de la APV, según lo estipulado en el punto décimo de las bases, en su reunión del 18 de noviembre de 1996) el Presidente de la APV, D. Luis Carmelo Rincón Miranda, quien actúa como Presidente del mismo; Dª Pilar García Cernuda Lago, D. Jesús Marchamalo García, Dª Pilar Celma Valero, D. Luis Mateo Díez Rodríguez y Dª María Aurora Viloria Nieto. Como secretario de actas, con voz pero sin voto, actúa D. Francisco V. Alcántara, secretario general de la Asociación de la Prensa de Valladolid.jimenez_lucas

El Jurado, tras deliberar sobre los trabajos presentados al Premio, decide conceder el Premio Nacional de Periodismo “Miguel Delibes”, en su quinta edición, por mayoría de sus miembros, a D. José Jiménez Lozano, por su artículo “Sobre el español y sus asuntos” publicado en el diario El Norte de Castilla el día 19 de Noviembre de 2000, y en el que se suscita una interesante reflexión sobre el papel de la lengua como espejo de la cultura.

 

Valladolid, 18 de Diciembre de 2000

 

   

Artículo premiado
Sobre el español y sus asuntos

La verdad es que suscita algunas perplejidades un cabildeo de interrogaciones y profecías sobre el español como el que ahora bulle por todas partes, y seguramente éste es un buen síntoma de aprecio de nuestra propia lengua. El destino de una lengua, verdaderamente, como el de una cultura, y como el propio destino humano, puede llegar a ser muy incierto en un determinado momento, y no sé si esto es lo que ocurre ahora, pero en cualquier caso, ante una situación de esa clase, casi no podemos hacer otra cosa que anotar nuestras aprensiones y esperanzas, y estar atentos hasta que se resuelvan. No son cuestiones las de la lengua que puedan solventarse con ucases e inversiones, aunque se haya intentado algunas veces, en algunos delirios de poder. Pero sí pueden destruirse las lenguas, desde luego.

Y el caso es que estamos en una civilización poco propensa a mantener, y permitir que, se mantengan realidades de cualquier clase -incluidas las culturas y las lenguas- que no sean rentables; esto es, convertibles en provecho económico y político. Y no sé si a este propósito, se oyen voces, pongamos por caso, de que los hispanohablantes tienden a tener un gran peso político, al menos como electores, por ejemplo en USA, y también de que en el sentido económico se presentarían cada vez más risueñas las cosas, en un inmediato futuro, para los dineros que en español se cuentan. Lógicamente, es un dato bien atendible, pero hay que matizar mucho.

Desde el punto de vista cultural, el asunto tiene otros colores, y habría que distinguir, por lo pronto, entre cultura en sentimiento estricto, y cultura de masas. En el primer sentido, resulta obvio que hay idiomas, en los que se han escrito y se siguen escribiendo, cosas realmente fundantes y esenciales, que, como decía el Príncipe de Lampedusa, convierten en hombre a un simple bípedo implume, y en los que se han vertido desde otras lenguas ese mismo acervo cultural, para servirlas a la humanidad, entera. Y esas lenguas ni que decir tiene que se convierten así en lenguas a las que todo hombre que busque su humanidad ha de acercarse. En el segundo aspecto, en el de la cultura de masas, también hay idiomas, en realidad, hoy, uno absolutamente predominante, el inglés americano, que no sólo por la situación de poder de Estados Unidos, sino por su funcionalidad y sencillez misma, es el lenguaje natural, por así decirlo, de esa cultura de masas, además de ser el lenguaje inexcusable de la nueva tecnología, de manera que se impone por doquier, e incluso media o modifica e influye a las otras lenguas no sólo en su expresión, sino en el pensar mismo, y en la coloquialidad, en el lenguaje puramente comunicativo, y ahí-a-la-mano que decía Heidegger; y entonces ocurre que este lenguaje instrumental, ni si no se enfrenta a un lenguaje cuya densidad cultural sea muy poderosa, acabará colonizándolo del todo, aun sin pretenderlo.

¿Cuál será, entonces, el destino del español en estas circunstancias? ¿Se consolidará como lenguaje verdadero, para expresar el interior del ánima y el poder del pensamiento, o se conformará con ser puro lenguaje comunicativo cada vez más mediado por aquella lengua prácticamente universal, como ninguna koiné lo fue jamás? Desde luego que se consolidará como lenguaje verdadero, si en su seno está alimentado por su vieja sólida cultura. Aunque, a este respecto, no habría que enmascarar algunas aprensiones, como la progresiva desaparición de la cultura campesina u de otros grupos sociales no letrados, que utilizaron siempre esa lengua verdadera, la lengua de mis amas que decía fray Luis enfrentándole a la culta y pedante lengua de los intrusos, mediada entonces por el latín de escuela, como hoy lo está inevitablemente por el americano. Pero los nuevos pensares y sentires ¿exigen realmente una lengua verdadera, o les bastará y sobrará con una lengua comunicativa o puramente instrumental y ahí-a-la-mano? Y luego está la otra aprensión sobre el desierto cultural educativo, porque ¿sobre qué suelo podrían levantarse entonces nuestros sentires y pensares con alguna seriedad y peso?

Con una lengua que tenga detrás un grosor cultural de primer orden, como lo tuvo en un tiempo, y el mundo civilizado entero valoró en lo que importaba, no habrá ciertamente ningún peligro serio para lengua de España, y en ella será buscado aquello que es imprescindible para ser hombres, y en español está dicho. Porque lenguas hay muertas que siguen aprendiéndose con pasión, y amándose como ninguna otra cosa, por quienes son conscientes de que en ellas se dijeron y escribieron cosas que realmente son inexcusables para nuestra hominización y humanización; y, si en español sucediera otro tanto como sucedió, según dije, eso es lo que ocurriría igualmente, aunque sólo lo hablasen tres docenas de españoles.

Publicado en el diario El Norte de Castilla, el 19 de diciembre de 2000

Jimenez LozanoJosé Jiménez Lozano
Langa, Avila, 1930
Abogado, escritor y periodista

Es uno de los intelectuales más lúcidos y originales del pensamiento español actual.

Fue subdirector y director de El Norte de Castilla, de Valladolid, hasta su jubilación, periódico con el que sigue colaborando semanalmente.

La pluma de Jiménez Lozano recorre todo el espectro creativo, desde el artículo en prensa

a través de sus colaboraciones en periódicos y revistas, hasta el ensayo, la novela o la poesía. Su capacidad de análisis, unida a una confesada curiosidad vital y a su profunda cultura, le permiten adentrarse en temas tan dispares como el lenguaje instrumental de las nuevas tecnologías en la cultura de masas (ideas recogidas parcialmente en el artículo premiado) o ser un reputado especialista en santa Teresa de Jesús o San Juan de la Cruz.

Su obra ha sido reconocida con una larga lista de premios de lo que cabe destacar: el Nacional de las letras Españolas por el conjunto de su obra (1992); el Nacional de la crítica Narrativa por la novela “El grano de maíz rojo” (1988); el Castilla y León de las letras (1992) y el Provincia de Valladolid de 1997.