Pregón fiestas de 2010
Pregón de las fiestas de Santiago Apóstol en Alcazarén
Por Santiago del Agua Valbuena, 17 de julio de 2010, 22:00 h
(pregón y despedida como maestro del pueblo durante 26 años)
Autoridades y vecinos de Alcazarén:
Santiago Apóstol, patrón de Alcazarén, nos concita de nuevo en este recinto para renovar nuestra veneración hacia él así como nuestro compromiso de honrarle públicamente en los próximos festejos.
Precisamente, entre estos muros de entrepaño, piedra y ladrillo, y bajo la advocación de San Pedro Apóstol, nuestros antepasados expresaron con santa devoción sus plegarias hacia el Altísimo.
Este pequeño recinto rezuma y está cargado de historia. Sus ladrillos nos remiten hacia tiempos pasados y, por lo tanto, nos unen con las generaciones de más de setecientos años, formando así una continuidad histórica que nos mantiene como pueblo.
Yo no voy a contaros la historia de nuestro pueblo, que ya conocéis y la habéis oído en otros momentos. Sólo os mencionaré más adelante algunos datos sobresalientes.Y digo nuestro pueblo porque en él nos incluimos mi familia y yo.
Aquí recalamos en septiembre de 1984. Van a transcurrir 26 años, y creo yo que ya es un tiempo más que suficiente para que nos consideréis como alcazareños.
La mayor parte de mi vida profesional se ha desarrollado con vuestros hijos. Cuando se cambia de localidad, uno no sabe el tiempo que permanecerá en el nuevo destino. Todo depende de cómo se desenvuelva la actividad escolar. En mi caso concreto, yo tenía que permanecer como mínimo entre vosotros un par de cursos. Pero este tiempo mínimo se ha convertido en un período de 26 años.
Con esto os quiero mostrar que por ambas partes, la vuestra y la mía, se ha producido una corriente afectuosa y de mutuo entendimiento.
En esta noche de julio se unen y entrecruzan dos momentos en un mismo acto: El pregón de las fiestas patronales y mi despedida como maestro debido a mi jubilación.
En mi despedida quiero manifestaros que me he sentido entre vosotros arropado por vuestro acogimiento y un sincero afecto. Y al deciros esto tengo sobradas pruebas para expresarme así.
Un maestro tiene que mirar por el bien de los escolares. Para ello se necesita el concurso de las autoridades locales. Y puedo deciros que las corporaciones presididas por José Luis Sacristán y Alfonso García se han volcado, dentro de sus posibilidades, en favorecer y colaborar con el Centro escolar, tanto a través de los miembros de sus corporaciones como de sus empleados temporales y permanentes. Para todos ellos mi reconocimiento público.
Ya he dicho anteriormente que entre vosotros, padres, escolares y la gente del pueblo en general y yo existe una corriente de afecto y entendimiento mutuos. Yo he percibido a lo largo de estos años una cierta confianza en mi persona. No como un talismán que resuelva todo de forma satisfactoria, sino como alguien a quien se podía manifestar un deseo, una opinión o un pequeño problema con la suficiente confianza. Yo he estado abierto a vuestras solicitudes como corresponde a cualquier profesor o maestro. Y vosotros, autoridades, padres y alumnos sobre todo, habéis encontrado en mí colaboración y compresión.
Llegado este momento quiero hacer un alto y pedir perdón si en algún caso he sido negligente, desagradecido o no he obrado como de mí se esperaba. Todos tenemos esquinas o codos y algunas veces los roces mutuos se hacen más bruscos de lo debido.
¿Por qué he permanecido tanto tiempo entre vosotros? Compañeros y amigos de otros lugares siempre me preguntaban al verme: “¿Cuándo te vienes para Valladolid y dejas Alcazarén? Mi respuesta era: “Ya lo pensaré”.
A mí me ha pasado como a aquel filósofo de la Antigüedad griega: “Diógenes, ¿cuándo te casas? Y como aún no le había llegado su hora contestaba: “Soy muy joven”. Pasaba el tiempo y Diógenes era ya todo un hombre , y de nuevo le hacían la misma pregunta. Y él respondía: “No tengo tiempo”. Y cuando se acercaba a la vejez, contestaba: “Se me ha pasado la edad.” Así respondía yo a mis amigos: “Ya no necesito ir a Valladolid, porque me siento muy contento donde ahora estoy”. He desarrollado mi trabajo muy a gusto en Alcazarén, pues vosotros conocíais mi estilo de enseñanza y yo vuestra disponibilidad para recibir mis sugerencias.
Y ¿no hay nada más? Hay muchas más cosas que decir. Cuando llegué aquí, me encontré con D. Enrique, antiguo compañero de estudios. Entre los dos se avivó el reconocimiento, y se transformó en una profunda amistad lo que antaño había sido compañerismo en el Seminario de Valladolid hace más de cincuenta años. Hoy, al nombrarle aquí, quiero expresar mi testimonio por su entrega total al estudio como estudiante y a su trabajo, como médico. Aunque no esté aquí presente entre nosotros, no puedo por menos que evocarlo porque hemos pasado muchas horas juntos durante nuestros quehaceres profesionales. Muchas gracias amigo Enrique.
Después me encontré con D. José Jiménez Lozano. De todos es conocida nuestra amistad mutua. De D. José tengo que decir que es un verdadero maestro, o sea, docto y conocedor de disciplinas y muchos saberes. Y esto se lo he oído decir a personas que le han tratado o se honran con su amistad. Leer sus obras y hablar con él en confianza es llenar el espíritu personal de un enorme caudal de experiencia y conocimiento inestimables.
Os puedo decir, y sobre todo a aquellos que han sido mis alumnos, que muchos de los conocimientos que he adquirido con D. José, bien sean narraciones, cuentos, historias o bien contenidos históricos y artísticos, de alguna manera han conformado mi sabiduría y han pasado a vosotros a través de las explicaciones, consejos o actitudes durante la actividad escolar.
Por ello quiero expresar mi testimonio de amistad y de gratitud a D. José como maestro indiscutible para mí y para con todos aquellos que quieran acercarse a sus libros.
Aún podemos encontrar más cosas de Alcazarén que pueda deciros y que me une a ellas.
Yo nací en un pueblo, Becilla de Valderaduey, bastante llano y cuyos campos son un inmenso mar sembrado de cereales. Apenas se ven unos reducidos sotos. Por su ancho valle discurre tranquilamente el Valderaduey y con abundantes cangrejos, al menos en mi época infantil. En Becilla apenas hay árboles: unos cuantos chopos y álamos en las riberas del río o los frutales de las pocas huertas que todavía se mantienen como tales.
Cuando llegué a Alcazarén y descubrí el río, el monte y sus pinares, para mí este encuentro supuso una novedad. Por las riberas del río y por los pinares me he dado mis buenas caminatas y he leído entre sol y sombra a algunos de mis poetas preferidos. El paisaje alcazareño se me ha metido dentro y conozco algunos parajes donde he podido pasar unos buenos ratos oyendo el murmullo de álamos y zalguerones, y el de las tranquilas aguas del Eresma. ¡Cómo no recordar los paseos por los caminos de los pinares muchas mañanas o tardes en solitario o en compañía con D. José o con algún otro paseante ocasional!
Y cambiando de topos o lugar tengo que deciros que el pueblo como tal me llamó la atención. No hay nada más que fijarse en sus iglesias, en algunos rincones de sus calles o en la construcción típica de sus casas más antiguas, propia de tierras segovianas.
Para terminar esta sencilla evocación, os mencionaré algunos acontecimientos históricos de nuestro pueblo: las correrías del moro Almanzor por estas tierras en el siglo X -de aquí surgiría la fiesta de nuestro Patrón como sostenedor de aquella población medieval-, la celebración en esta villa del divorcio de Enrique IV con Dª Blanca de Navarra, la detención del muy famoso Luis Candelas y la presencia de franceses durante la Guerra de la Independencia de 1808.
Existen motivos más que suficientes para pregonar, es decir, dar noticia de los aspectos culturales, históricos y paisajísticos de la villa de Alcazarén.
Aquí estamos presentes las tres generaciones: padres, hijos y abuelos. En todos nuestros corazones está prendida la lámpara de la alegría, porque queremos honrar a nuestro Patrón en esta su fiesta por excelencia, manifestando amistad, simpatía y gentileza entre nosotros mismos y a cuantos forasteros vengan a regocijarse a nuestro pueblo.
Antes de terminar este peregrinaje personal me dirijo de una manera más cercana a los que estáis en la escuela y a cuantos han pasado por ella en todo este tiempo que he estado entre vosotros. Quiero deciros que habéis sido mi preocupación en mi trabajo diario. Siempre os recordaré porque cada uno de vosotros habéis dejado vuestra huella en mi memoria y, sobre todo, la de Andrés y Carlos. ¡Que Dios les tenga en su gloria!
Y para finalizar quiero expresar mi gratitud y la de mi familia a las autoridades por su reconocimiento y obsequio a mi persona, a las gentes de este entrañable pueblo y, en especial, a todos los escolares que habéis recibido mi enseñanza.
¡Que tengamos unas alegres y divertidas fiestas de Santiago Apóstol 2010!
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